martes, 22 de julio de 2014

LOS RANGOS MILITARES

Jesús y su hermano Tito hicieron el servicio militar en la base de Villanubla (Valladolid) en la época en la que estaba estudiando en la Universidad. Por ese motivo coincidíamos más a menudo, ya que Villanubla dista poco más de diez kilómetros de Valladolid.

Con motivo de la jura de bandera de ambos, asistimos los cinco compañeros del piso, (Marcos, Chopo, Tomás, Toño y yo), junto con Paloma y Antonio. No era precisamente un acto por el que mostrásemos empatía, pero la gran amistad que nos unía a Jesús y su hermano hizo que no pusiésemos en duda el asistir al acto, debido a la ilusión que nos mostraron ambos a que les acompañásemos. Incluso Jesús nos dejó el coche para facilitarnos la asistencia al acto.

Para mí era la primera vez, (y única hasta ahora), en la que entraba a unas instalaciones militares. Recuerdo percibir un ambiente bastante hostil, no sólo para mí pues también Marcos me comentó algo parecido al respecto. Ambos lo veíamos como algo muy lejano para nosotros, pues aunque todos los que les acompañamos estábamos solicitando prórrogas por estudios para aplazar la incorporación al servicio militar, ya nos habíamos declarado objetores de conciencia, a excepción de Toño, que acabó realizándolo por convicciones personales.

Jesús no era el primero de mis amigos que realizaba el servicio militar. Fernan ya la había realizado en Badajoz y Rule en Burgos, al igual que Rafa y su primo Javi.

El caso es que durante todo el acto, una de las cosas que más nos llamó la atención eran los distintos distintivos y condecoraciones que llevaban unos y otros, aparte de la ya conocida pleitesía y el comportamiento reverencial que tienen los distintos rangos militares sobre sus superiores, algo que hizo que me interesara por el escalafón militar en función del rango y que Toño me explicó detalladamente.

El rango militar más bajo del ejército es el de soldado, que se corresponde con la nomenclatura OR-1 establecida por la OTAN. A este rango le siguen el de soldado de primera, (OR-2, que es más una distinción que una graduación militar), cabo (OR-3, que suele ser jefe de escuadra, es decir, una unidad de tres o cuatro soldados), cabo primero (OR-4, que suele ser jefe de pelotón, que es una unidad formada por varias escuadras) y cabo mayor (OR-5, que pasan a depender directamente de un oficial). Todos estos rangos corresponden a la tropa.

Por encima de la tropa se sitúan los suboficiales: Sargento (OR-6), sargento primero (OR-7), todos ellos coordinados por el sargento mayor, brigada (OR-8), subteniente (OR-9) y suboficial mayor (OR-10). Todos ellos tienen funciones de instrucción, adiestramiento, coordinación y supervisión de los efectivos subordinados a su cargo.


Los siguientes rangos militares se corresponden con los oficiales. Tienen como tarea guiar, dar las órdenes e instruir al personal de base o tropa y adquieren dicho rango al finalizar sus estudios en las respectivas Escuelas de Oficiales de cada país o al ascender por antigüedad o por méritos. El escalafón más bajo de los oficiales es el de alférez (OF-0), que en España sólo tiene carácter académico, es decir, tienen rango de alférez aquellos que están cursando los tres últimos cursos de la Academia de Oficiales, pues mientras se está en los dos primeros cursos se les denomina Cadetes. Una vez terminados los estudios, se pasaría a ser Teniente (OF-1) y a dirigir una sección, (unidad militar formada por tres o cuatro pelotones). Los siguientes rangos de oficiales son el de capitán (OF-2) que es quien dirige una compañía, (tres o cuatro secciones), comandante (OF-3) que dirige varias compañías,  teniente coronel (OF-4) que dirige un batallón (cuatro compañías) y coronel (OF-5) que es quien suele ejercer el mando en cuarteles y bases militares.

A partir de aquí están los generales. El de más bajo rango es el general de brigada (OF-6 o general de una estrella), que tiene bajo su mando un regimiento o brigada, (agrupa a tres batallones), habiendo actualmente unos 52 generales de brigada dentro del ejército de tierra. El general de división, (OF-7 o general de dos estrellas), tiene bajo su mando una división, (unidad militar formada por entre dos y cuatro brigadas o regimientos), contabilizando actualmente unos 18 en todo el país dentro del ejército de tierra. El teniente general, (OF-8 o general de tres estrellas), tiene bajo su mando un cuerpo de ejército, (formado por dos divisiones y otras unidades menores), habiendo ocho en todo el país en el ejército de tierra. El general del ejército, (OF-9 o general de cuatro estrellas), tiene bajo su mando a todo el ejército, (formado por entre diez y doce divisiones), habiendo sólo uno en cada uno de los tres ejércitos (tierra, aire y armada), y representando a su vez al Jefe de Estado Mayor del respectivo ejército. El último escalafón es el de capitán general, (OF-10 o general de cinco estrellas), que es quien dirige a todas las Fuerzas Armadas, habiendo sólo uno en España que es el rey. Curiosamente el más alto mando del ejército español es un puesto hereditario, con lo que deja muy a las claras como se pueden gestionar los distintos ascensos de rango dentro de la carrera militar.










Lo que Toño no supo explicarnos es lo de las condecoraciones, pues nos costaba mucho comprender la cantidad de condecoraciones que llevaban algunos de los militares estando en tiempos de paz. Recuerdo lo que comenté de forma sarcástica e irónica acerca de una de las condecoraciones que llevaba uno de ellos: “Pues esa tiene que ser por sacar a pasear al perro”. La verdad es que ese comentario irritó a Toño profundamente, más aún cuando el resto de los que allí estábamos comenzaron a reírse a carcajada limpia.


martes, 8 de julio de 2014

LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Cuando comencé a realizar el proyecto fin de carrera dejé de solicitar las prórrogas para la realización de la prestación social sustitutoria al servicio militar, pues me había declarado objetor de conciencia. Así, en Junio, me concedieron destino en el Ayuntamiento de Valladolid, para realizar mi prestación como personal de apoyo en un centro de integración de personas que habían padecido cuadros de adición. En un principio, la duración de la prestación debía ser de trece meses, aunque ya estaba en trámite la equiparación de la duración de la prestación social sustitutoria a la del servicio militar, por lo que sabía de antemano que mi prestación iba a durar nueve meses. Posteriormente, cuando acabé el proyecto, solicité el traslado a mi ciudad natal, Aranda, donde continué mi prestación en la U.S.O., sindicato que por aquel entonces utilizaba a dos objetores como ayudantes de la secretaria, algo que yo consideraba bastante cuestionable éticamente, ya que las tareas que desempeñábamos ambos eran propias de un puesto de trabajo.

Evidentemente, aunque cuando rellené la declaración de objetor de conciencia marqué casi todas las casillas, (a excepción de los motivos religiosos), mi objeción se debía a motivos éticos y a mi desarrollado anti-militarismo. Por aquel entonces había una enorme puesta en duda sobre la utilidad del servicio militar y, por ende, de la prestación social sustitutoria. Por un lado se abogaba por la continuidad del sistema, pues según ciertas corrientes ideológicas muy cercanas a la mía equiparaban las clases sociales, ya que todos estaban obligados a realizar el servicio militar, independientemente de la clase social a la que se pertenecía, a la vez que suponía un ahorro en gastos militares, ya que la retribución de los soldados de reemplazo era irrisoria. Por el otro, se reclamaba un ejército totalmente profesional, algo que según esas mismas corrientes ideológicas veían como nutrir al ejército principalmente de las clases populares, pero que libraba a los civiles de “tener que perder nueve meses de su vida” en realizar unos servicios considerados como inútiles. Además, en el caso de los objetores de conciencia, una gran mayoría de ellos estaban realizando tareas propias de un servicio profesional, por lo que se estaban cubriendo puestos de trabajo con esas prestaciones sociales. A eso había que añadir el que en los últimos años de por entonces, el número de objetores era superior al de aquellos que realizaban el servicio militar, por lo que el ejército debía incorporar soldados profesionales para paliar la carencia de soldados de reemplazo.

El caso es que poco más de dos años después de realizar mi prestación social sustitutoria, afortunadamente, el servicio militar pasó a la historia, así como la prestación social sustitutoria, por lo que fui uno de los últimos prestatarios de servicios sociales obligatorios de este país. Para mí, como para la gran mayoría de todo aquel que ha realizado tanto el servicio militar como la prestación social sustitutoria, aquello se trataba de un absurdo. En mi caso, tuve que estar cinco meses, sin poder incorporarme al mercado laboral, debido a que tenía que terminar la prestación social, (el resto lo pude compatibilizar con mis estudios). En la mayoría de todos los demás casos que conozco, ha sido un año el que han perdido, para saldar “una deuda con el Estado”. Como si pagar impuestos no fuera ya de por sí un deber más que suficiente.

El servicio militar fue abolido en España en 2001, aunque sigue estando vigente en una gran mayoría de los estados del mundo. Se trata de un absurdo que enseña a matar, a estar preparado para combatir, a dar tu vida por tu patria y a acatar la disciplina militar, aquella que obliga a la reverencia de los mandos superiores y a tener que acatar todas sus órdenes, sean de la naturaleza que sean, todo ello en nombre de la defensa nacional.

En España, la prestación social sustitutoria al servicio militar nació como consecuencia de la Ley de Objeción de Conciencia, redactada en 1985, aunque no fue llevada a la práctica hasta 1988 debido a la presentación de varios recursos por inconstitucionalidad. Por aquel entonces existían en España cerca de 22.000 objetores de conciencia, que se podían enfrentar a penas de cárcel de dos años, cuatro meses y un día por negarse a realizar el servicio militar, ya que no tenían en la prestación de servicios sociales una alternativa.

Dicha Ley de Objeción de Conciencia nació con muchas deficiencias y con una flagrante falta de medios. El primer año de existencia de la ley, las plazas ofertadas para realizar la prestación social sustitutoria apenas llegaba a las 500. Eso unido al gran número de objetores existentes, forzaron al Gobierno del momento a pasar a la reserva en “incorporación aplazada” a aquellos 22.000 objetores de conciencia, lo que acabó siendo una amnistía encubierta.

Posteriormente, con la Ley de Objeción de Conciencia ya en marcha es cuando comenzaron a aparecer los primeros insumisos, aquellos que o bien se negaban a realizar el servicio militar sin declararse objetores de conciencia o bien se negaban a realizar la prestación social sustitutoria. La forma de gestionar aquellos casos por parte de la justicia fue muy arbitraria. Recuerdo casos de gente a la que no se le citó y casos de otros que fueron juzgados y condenados, teniendo que pasar por prisión, a pesar de que Amnistía Internacional los consideró presos de conciencia. En 2002, con la supresión del servicio militar obligatorio, hubo que reformar el Código Penal y el Código Penal Militar para eliminar los delitos relacionados con la insumisión. Eso supuso la amnistía para cerca de cuatro mil insumisos procesados, de los cerca de diez mil estimados que hubo a lo largo de la década de los noventa.

Este tema, el de la insumisión y el anti-militarismo, era muy recurrente entre los grupos musicales que yo oía y, evidentemente, era uno de los pilares ideológicos de gran parte de mi cuadrilla. Recuerdo todavía temas de Reincidentes, Celtas Cortos, La Polla Records, Eskorbuto, El Último Ke Zierre, Ska-P, Soziedad Alkoholika, R.I.P., Los Muertos de Cristo, Guerrilla Urbana,  Kojón Prieto y los Huajolotes, Piperrak, Síndrome de Abstinencia... Temas ahora que parecen obsoletos pero que siguen estando de actualidad ya que aún hay estados que mantienen el servicio militar como obligatorio y que preparan su maquinaria de guerra en el nombre de la seguridad y la defensa nacional. Maquinaria a la que hay que dar utilidad pues las inversiones realizadas en esta materia son enormes en la gran mayoría de los estados. Además, en todas las guerras hay al menos un estado atacante y guerras siguen habiendo. Igual si por ley a la gente no le enseñasen a matar, (aunque sea en nombre de la defensa), no habría tanta mentalidad bélica y los conflictos entre países se podrían resolver de otras maneras.

O igual es que esa maquinaria de defensa no deja de ser una cortina de humo para tener una manera de controlar a la población ante una disconformidad general con la situación particular que pueda vivir cada Estado.