miércoles, 22 de abril de 2015

LA TEORÍA DEL HUMOR

Mis padres tuvieron una amistad muy estrecha durante muchos años con José Antonio y Eli, los padre de José Félix y Óscar, dos amigos míos de la infancia, razón por la cual íbamos mucho a su pueblo, Fuentelcésped, situado a tan sólo 10 Kms. de Aranda.

En una de esas veces, aprovechando el buen tiempo que hacía en uno de esos días soleados de Mayo, fuimos a comer con ellos al solar en donde José Antonio se estaba haciendo un merendero. Al lado de las obras plantamos la mesa y pasamos la sobremesa jugando alrededor de ella, evitando el acercarnos mucho pues sólo estaban puestos los cimientos.

Por aquel entonces, José Félix, Óscar y mi hermana tendrían 10, 8 y 7 años, respectivamente y yo andaba por los 9. El caso es que en una de éstas, y sin saber muy bien cómo, mi hermana se cayó, ante la carcajada de nosotros tres y el pánico de mis padres, pues la caída era de unos cinco metros. Ahora lo recuerdo con bastante vergüenza, el haberme reído de aquello a carcajada limpia, pues aunque sólo se quedó en unas contusiones que dejaron a mi hermana dos días en cama, las consecuencias podrían haber sido dramáticas.

Pero el caso es generalizado y ciertas desgracias ajenas producen risa, de lo contrario no triunfarían programas del parangón de “Vídeos de primera” y todas las copias y sucedáneos que se han emitido posteriormente, así como multitud de vídeos que circulan por Youtube.

Recuerdo también un episodio de mi “tía Feli”, la que para mí fue como mi abuela paterna por el trato tan estrecho que teníamos con ella, aunque realmente era prima política de mi padre. Un día que estaba junto con sus cuatro nietos mayores merodeando una fuente que había sita junto a su casa, yo estaba encargado de cuidar de ellos y de que ninguno se cayese dentro. Ellos tendrían unos tres años cada uno, por lo que yo tendría ocho. El caso es que según me acerqué a uno de ellos para alejarlo del borde, debí resbalar y caí dentro de la fuente, empapándome por completo a pesar de que el nivel del agua difícilmente me sobrepasaría las rodillas. Jamás había visto reír a mi tía Feli, pero nada más que me caí comenzó a reírse a carcajadas durante más de media hora repitiendo continuamente “estamos pendientes de que no se caigan los pequeños y se cae el grande”. Llegué a pensar que se iba a caer de la silla del ímpetu con el que se carcajeaba.

La verdad es que no hay una fórmula para hacer reír de forma sistemática. Nos reímos de situaciones absurdas, circunstancias o aconteceres inesperados, expectativas no cumplidas,… e incluso también nos reímos forzosamente. Una pequeña desgracia de un tercero cumple con parte de estas premisas.

Según la teoría de la incongruencia y la ambigüedad, una de las tres teorías filosóficas fundamentales del humor, y base de la risa según los autores más contemporáneos, señala que el individuo tiende a reír de lo “incongruente”, de la ruptura del orden y del absurdo que percibe de la realidad. Según esta teoría, la risa puede provenir de una convergencia inusual, inconsistente o incompatible de ideas, en situaciones, conductas o actitudes, algo así como una situación en la que en una secuencia de acontecimientos ocurre algo inesperado.

Esta teoría fue desarrollada principalmente por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Para él, “la causa de lo risible está siempre en la subsunción o inclusión paradójica, y por lo tanto inesperada, de una cosa en un concepto que no le corresponde, y la risa indica que de repente se advierte la incongruencia entre dicho concepto y la cosa pensada, es decir, entre la abstracción y la intuición. Cuanto mayor y más inesperada sea esa incompatibilidad, mayor será la risa”. Por lo tanto, la risa, o el placer asociado a ésta, es el resultado de la percepción de esa incongruencia en un contexto lúdico, (un contexto basado en la ausencia de racionalidad).

El humorismo se origina con la ayuda del escepticismo, (desconfianza o duda de la verdad o eficacia de alguna cosa), haciéndonos reír y pensar. Es un instrumento corrosivo de la verdad, por lo que es incisivo, mordaz o hiriente. El humor juega con las “insuficiencias de la condición humana”, encerrando la crítica e incluyendo también al sujeto. El humor crítico es cuestionador y contestatario y surge también como una lucha contra los convencionalismos.

Sin embargo, la comicidad es un fenómeno más superficial que el humorismo, en cuanto a que su función principal es hacer reír, divertir, entretener o agraviar y es situacional (torpeza, ridiculez, absurdo, incongruencia…). Viene del deseo de reírse de algo o de alguien que consideramos inferior o de una simple necesidad de exteriorización lúdica y está en relación con las limitaciones de los individuos.

Hay otras dos teorías filosóficas del humor, que son menos tenidas en cuenta actualmente. Una es la teoría de superioridad, creada desde Platón y mantenida hasta el siglo XVIII, y otra es la teoría de la descarga.

La teoría de superioridad sostiene que toda experiencia humorística surge como manifestación del sentimiento de superioridad del hombre hacia el hombre. Así, el reírse de otro afirmaría orgullosamente el propio ego y sería el cauce ejercer una represalia contra quienes consideramos inferiores a nosotros. Según el filósofo francés Henri Bergson, (Premio Nobel de Literatura en 1927), nos produce risa aquello que se nos presenta como caricatura o deformación de nosotros mismos.

La teoría de la descarga viene a decir, (según Freud), que las expresiones de humorismo, comicidad y chiste son fuentes de placer porque ahorran al hombre un gasto de energía psíquica. Igualmente, (según Aristóteles), filtrando la realidad por el humor se eliminan ciertas tensiones negativas, llegando a un equilibrio emocional.

En definitiva, que independientemente de las teorías, lo cierto es que la risa provoca una importante liberación de serotonina, dopamina, adrenalina y endorfinas, (conocidas como las hormonas de la felicidad. La explosión de carcajadas provoca algo muy parecido al éxtasis, aportando vitalidad y energía e incrementando la actividad cerebral. Al reírnos, muchos músculos de nuestro cuerpo que permanecían inactivos se ponen en funcionamiento. Es un estímulo eficaz contra el estrés, la depresión y la tristeza. Por eso nos rendimos ante la incongruencia a través de la risa en lugar de intentar imponer un orden racional, aunque en algunos casos nos pueda avergonzar reírnos de determinadas situaciones.

jueves, 9 de abril de 2015

LA GENÉTICA DEL DEPORTE

Recuerdo un debate recurrente que tenía con mis compañeros de piso en época universitaria acerca de ciertas manifestaciones que hacían algunos futbolistas donde insistían en que el futbolista nace y no se hace. Yo no estaba muy de acuerdo con ello, pues aunque la genética era bastante importante para la práctica de ciertos deportes y fundamental para otros, pensaba que en el fútbol no lo es todo la genética, sino que también se podía trabajar ciertos aspectos importantes que se ha de tener para llegar a ser un futbolista profesional, ya que el fútbol es deporte pero también se necesita del dominio del balón y del juego.

Con la irrupción de los hermanos Llorente, (Julio, Paco, José Luis y Toñín), los dos primeros futbolistas y los otros dos baloncestistas, (los cuatro eran sobrinos de Paco Gento), se zanjó el debate, pues era bastante difícil de argumentar por mi parte que dicha circunstancia no se debiese a condiciones genéticas.

Es evidente que el entrenamiento y la dedicación son imprescindibles para triunfar en el deporte pero, desde luego, la genética juega un papel fundamental, que no excluyente, salvo en ciertos deportes donde es primordial.

En fútbol, que es un deporte donde creo que la genética no es tan fundamental, es muy habitual la presencia de hermanos. Actualmente, los hermanos Boateng (Kevin-Prince y Jerome), los Alcántara (Thiago y Rafinha, hijos de Mazinho) y los Touré (Kolo y Yaya), son los más significativos, aunque también hay que destacar a los Higuaín (Gonzalo y Federico, hijos de Jorge Higuaín), los Milito (Gaby y Diego), los Callejón (Jose y Juanmi), los Alonso (Xabi y Mikel, hijos de Perico Alonso), los Negredo (Álvaro, Rubén y César), los Baraja (Rubén y Javier), los Ñíguez (Aaron, Saúl y Jony), los Da Silva (Fabio y Rafael), los Fernández (Nacho y Álex) o los gemelos Bender (Lars y Sven).

Igualmente, en las últimas décadas se han dado los conocidos casos de los hermanos De Boer (Frank y Ronald, gemelos), los Neville (Gary y Phil), los Hierro (Manolo y Fernando), los Guerrero (Julen y José Félix), los López (Sergi y Gerard), los García Junyent (Óscar, Roger y Genis), los González (Fran y José Ramón), los mellizos Barros Schelotto (Guillermo y Gustavo), los Helguera (Iván y Luis), los Maradona (Diego Armando, Lalo y Hugo), los Bakero (José Mari y Santi), los Witschge (Rob y Richard), los Koeman (Ronaldo y Erwin), los Pérez Muñoz (Alfonso e Iván), los Baresi (Giuseppe y Franco), los Ferdinand (Rio y Anton), los Rummenigge (Karl-Heinz y Michael), los Larráinzar (Txomin e Iñigo), los Ablanedo (José Luis y Juan Carlos), los Mejías (Pepe y Salvador), los Rojo (Txetxu y José Ángel) o los Castro (Quini y Jesús). Y más atrás, cabe destacar, como más significativos, a los Van de Kerkhof (René y Willy, gemelos de la Holanda del 74), los Charlton (Jack y Bobby, en los años 60) o los Regueiro (Pedro y Luis, en los años 30).

En el fútbol también se han dado muchos casos de futbolistas profesionales que son hijos de otros futbolistas profesionales. Los casos más destacados son los Cruyff (Johann y Jordi), los Maldini (Cesare y Paolo), los Sanchís (Manolo y Manolo), los Reina (Miguel y Pepe), los  González (Míchel y Adrián), los Busquets (Carlos y Sergio), los Verón (Juan Ramón y Juan Sebastián), los Suárez (Cundi y Rubén), los Ríos (Eusebio y Roberto) o los Cherishev (Dmitri y Denís), aparte de los ya comentados anteriormente, (los Alcántara, los Alonso o los Higuaín).

Quizás los hermanos más conocidos del deporte masculino mundial actual pueden ser los hermanos Gasol (Pau y Marc), estrellas en la NBA, liga en la que ha habido 60 casos de hermanos en toda su historia. Sin duda, el baloncesto es un deporte donde la genética es algo fundamental y, por lo tanto, se han dado múltiples casos de hermanos que han destacado. En la actualidad cabe destacar a los Reyes (Alfonso y Felipe), los Fernández (Rudy y Marta), los Lavrinovic (Kristof y Darjus), los Lorbek (Erazem y Domen), los Morris (Marcus y Markieff, gemelos) o las gemelas Miller (Coco y Kelly), y con anterioridad han destacado los Petrovic (Aleksandar y Drazen), los Martín (Fernando y Antonio), los Jofresa (Rafa y Tomás), los Angulo (Alberto y Lucio) o los Arcega (Fernando, José Ángel y Joaquín), entre los más conocidos en nuestro país.

Las hermanas más mediáticas en la actualidad son las Williams (Venus y Serena). El tenis también disfruta de otra presencia muy mediática de hermanos, los gemelos Bryan (Bob y Mike), en la categoría de dobles. En la actualidad, cabe destacar también a los hermanos Murray (Andy y Jamie) y menos recientemente a los Safin (Marat y Dinara), los Sánchez Vicario (Emilio, Javier y Arantxa) o los McEnroe (John y Patrick).

El ciclismo goza de incontables casos. Actualmente los más conocidos son los hermanos Schleck (Andy y Frank), que comparten carretera con los hermanos Chavanel (Sylvain y Sébastien), los Sagan (Juraj y Peter), los Izagirre (Gorka e Ion), los Herrada (Jesús y José), los Quintana (Nairo y Dayer). Con anterioridad se dieron los casos de los hermanos Induráin (Miguel y Prudencio), los Jalabert (Laurent y Nicolas), los Beloki (Joseba y Gorka), los Osa (Aitor y Unai), los González de Galdeano (Álvaro e Igor), los gemelos Ochoa (Javier y Ricardo), los Gorospe (Julián y Rubén) o los Zberg (Markus, Beat  y Luzia), entre otros muchos, así como las más conocidas sagas de los Merckx (Eddy y Axel) o de los Roche (Stephen y Nicolas).

En el mundo del motor proliferan muchos casos de hermanos y de sagas padre-hijo. Sin duda, en este campo, es más importante la preparación a edades precoces que la genética. En la actualidad los hermanos más famosos son los Márquez (Marc y Alex) y los Espargaró (Aleix y Pol), y recientemente los Schumacher (Michael y Ralf) o los Aoyama (Hiroshi y Shuhei). En cuanto a las sagas, las más destacables por logros son los Rosberg (Keke y Nico), los Sáinz (Carlos y Carlos Jr.), los Verstappen (Jos y Mas), los Piquet (Nelson y Nelsinho), los Nieto, (Ángel, Gelete y Fonsi, padre, hijo y sobrino), los Hill (Graham y Damon), los Villeneuve (Gilles y Jacques) o los Lampkin (Martin y Doug), entre innumerables casos.

En los deportes menos mediáticos, igualmente la presencia de hermanos es muy habitual e incluso mayor, ya que estas modalidades deportivas suelen tener una competencia menos brutal. Entre los más exitosos, tanto españoles como no, cabe destacar a los hermanos Entrerríos (Alberto y Raúl) y a los Gille (Bertrand, Guillaume y Benjamin) en balonmano; los Linares (Andreu y Joan) en fútbol sala; los López Zubero (David y Martín), los Wildeboer (Aschwin y Olaf) y los Manaudou (Laure y Florent) en natación; los Brownlee (Alistair y Jonathan) en triatlón; los Fernández Ochoa (Paquito y Blanca) y los Kostelic (Janica e Ivica) en esquí, los Carballo (Jesús, Javier, Manuel y Marta, hijos de Jesús Carballo) en gimnasia, los Manning (Peyton y Eli, hijos de Archie) y los Barber (Ronde y Tiki) en fútbol americano o los Molina (Bengie, Yadier y José) en béisbol.

Eso sí, más extraños son los casos de hermanos que se dedican a un deporte distinto. Aparte de los hermanos Llorente, (citados al principio), se puede destacar a los Sánchez (Pedro León y Luis León, futbolista y ciclista respectivamente) y el hecho de que el baloncestista Joakim Noah es hijo del que fuera tenista Yannick Noah.

Es difícil pensar que se puedan crear campeones por combinación genética, aunque sí que habría muchas posibilidades de crearlos si a una combinación genética se le uniese una fuerte dedicación, algo que, sin duda, también es fundamental para triunfar en el deporte de élite. En menos de una década podremos comprobar una buena prueba de ello. Podremos comprobar si los hijos de Andre Agassi y Steffi Graf, (Jaden Gil y Jaz Elle), logran destacar en tenis o en otro deporte, al fin y al cabo sus padres no sólo llegaron a ser números 1 del mundo, (en el caso de Steffi Graff durante 7 años), sino que estuvieron en lo más alto del tenis durante toda una década.