martes, 19 de enero de 2016

LA SENSIBILIDAD METEOROLÓGICA

Jugué al fútbol durante diez años en categorías regionales. De aquellas tardes de partido, aparte de buenos ratos, tuve dos pequeñas lesiones en la rodilla. La más importante me la produje en Tórtoles de Esgueva jugando con el equipo de Villalba, en la que acabé el partido con la rodilla inflamada como consecuencia de un mal giro que hice justo cuando pisaba uno de los numerosos hoyos que tenía el irregular y maltrecho campo de juego. Me produje un derrame articular, es decir, se me rompió la cápsula articular de la rodilla, por lo que el líquido de ésta se había salido, dejándome la rodilla como si estuviera tremendamente hinchada. La consecuencia de esta lesión fue estar más de dos meses sin jugar, lo que en la práctica me supuso casi el final de aquella temporada, aunque sí que pude disputar los últimos partidos.

El caso es que, exceptuando que me tuvieron que extraer el líquido de la rodilla dos veces y que acabaron inmovilizándomela para evitar una hipotética tercera extracción, me recuperé bien de aquello, y la rodilla no volvió a darme problemas. Eso sí, unos meses después, ya bien entrado el verano, en un día de bochorno matinal, la rodilla me empezó a molestar impidiéndome correr y dificultándome el andar con normalidad. Ese mismo día por la tarde, una tremenda tormenta de verano me pilló de vuelta a casa desde la facultad, donde estaba terminando mi proyecto de fin de carrera, mojándome más de lo normal debido a mis limitaciones físicas de ese día. Poco después, aún con la tormenta descargando agua a raudales en todo Valladolid, la rodilla dejó de dolerme. Acababa de descubrir que mi rodilla se había convertido en un instrumento de predicción meteorológica.

Así estuve unos años, aunque las molestias eran mucho menores que aquella primera vez, cada vez que iba a haber un brusco cambio de tiempo, mi rodilla me avisaba con unas horas de antelación, a veces incluso el día anterior, sabiendo de antemano cuando iba a llover sin la necesidad de tener que consultar la información meteorológica, debido a que los cambios bruscos de presión atmosférica suele generar dolores articulares, especialmente en aquellas articulaciones que presentan daño o que han sufrido algún daño reciente.

Este fenómeno que padeció mi rodilla durante unos cuatro años, se denomina sensibilidad meteorológica o meteorosensibilidad, y se produce cuando el organismo se resiente antes o durante los cambios de tiempo, siendo las condiciones atmosféricas que se alejan de los umbrales climáticos a los que estamos acostumbrados las que más nos trastornan. Así, como fue en mi caso, un descenso brusco de la presión atmosférica y la temperatura me provocó la presencia de dolor en una zona en donde había sufrido un traumatismo, aunque por ese mismo motivo, el descenso brusco de presión atmosférica, también se puede generar en personas meteorosensibles y de manera transitoria, dolencias en articulaciones, migrañas, variaciones en la glucemia, crisis epilépticas, insuficiencias respiratorias, alteraciones del sueño y sensación de ofuscamiento con pérdida de concentración, memoria y reflejos. Además, el 80% de las enfermedades cardiovasculares se dan cuando hay fuertes variaciones de la presión atmosférica y los infartos son más frecuentes al final del otoño, cuando la presión atmosférica es baja y la humedad es inferior al 60%, siendo menos frecuentes con tiempo cálido, seco y estable.

Igualmente, otros fenómenos meteorológicos están asociados a otros trastornos. La lluvia y la humedad generan mayor ansiedad y provocan dolores reumáticos y asma; los vientos secos pueden estar relacionados con el dolor de cabeza, la irritabilidad o la ansiedad y también con el aumento de los accidentes de tráfico, puesto que pueden alterar nuestra conducta (hasta tal punto que el foëhn suizo puede ser eximente en un juicio por asesinato); y los periodos largos con abundante nubosidad y falta de luz solar pueden afectar al estado de ánimo, incluso originar depresión. Además, se ha comprobado en los colegios que, horas antes de que se ponga a llover, los niños están más nerviosos de lo habitual. Todas estas alteraciones producidas por motivo de la meteorología afectan a casi la mitad de la población mundial.

Por cierto, la ciencia que se ocupa de los efectos nocivos provocados por las variaciones de los fenómenos meteorológicos sobre la salud humana, se denomina meteoropatología, que indica cualquier patología que se desencadena o se agrava ante unas condiciones meteorológicas concretas, o biometeorología médica.

Como ya he dicho, la rodilla me sirvió durante unos cuatro años como herramienta de predicción meteorológica, algo que me resultaba curioso y que me servía para vacilar un poco, sobre todo en verano, cuando la aparición de tormentas suele ser más impredecible salvo para mi rodilla por aquel entonces. Además, las molestias que solía padecer eran bastante llevaderas por lo que incluso me parecía algo divertido. Desde entonces, me puedo excluir de ese casi 50% de personas meteorosensibles, ya que los cambios de tiempo no me suelen afectar en casi nada. Sí, si llueve me mojo, el viento fuerte me suele molestar, y me cuesta adaptarme a los primeros fríos del invierno y a los primeros calores del verano, pero no como para que afecte a mi estado de ánimo o a mi físico de manera que me provoque alguno de los síntomas anteriormente relacionados.