domingo, 18 de septiembre de 2016

EL RECICLAJE DEL VIDRIO

Cuando fui niño, los únicos ingresos propios que tenía provenían de la “paga” que recibía de mi madre, de una cantidad que estaba en consonancia con lo que recibían el resto de mis amigos, y de las propinas de los familiares, supervisadas por mis padres, a excepción de aquellas que recibía de forma cuasi-clandestina para evitar dicha supervisión.

Pero cuando tuve once y doce años, de forma esporádica, tuve unos ingresos extras que podían duplicar o triplicar esa asignación semanal pactada con mi madre gracias a la intermediación en el “abono de cascos”. El proceder era sencillo, tenía algún que otro compañero de clase que junto a otros amigos suyos conseguían cascos (es como denominábamos a las botellas vacías que eran retornables y que se abonaban en las tiendas de alimentación) y me llamaban a mí para realizar el correspondiente abono, ya que ninguno de ellos se atrevía a hacerlo. Yo no preguntaba acerca del origen de los cascos, (aunque podía sospechar cuál era su origen), iba a una de esas tiendas que para mí eran “de confianza” donde realizaba el abono de los cascos, y nos repartíamos el dinero a partes iguales. A veces me tocaba negociar con la dependienta un precio a la baja o escuchar conjeturas incriminatorias acerca del origen de los cascos por parte de alguna clienta, pero precisamente esa era la dificultad del trabajillo y por eso es por lo que ninguno de ellos se atrevía a hacerlo.

Y es que por aquel entonces, la gran mayoría de los recipientes de vidrio que contenían refrescos o cerveza eran retornables, es decir, eren envases diseñados para ser reutilizados. Al adquirirlos, se pagaba el valor de los envases (denominados popularmente cascos) y eran abonados cuando se devolvían. Luego estos envases retornables eran recogidos, lavados desinfectados y vueltos a llenar por las empresas embotelladoras. Esta práctica se fue abandonando gradualmente desde finales de los 80, a medida que se popularizaron los contenedores de vidrio y al ir sustituyendo los fabricantes sus envases retornables por otros no retornables que iban directamente a la basura o a estos nuevos contenedores de reciclaje de vidrio. Sí que es cierto que en hostelería aún se ha continuado con la práctica de los envases retornables, incluso aún perdura en ciertas marcas, pero cada vez en menor medida.

Este giro probablemente se ha debido a la sencillez en el procedimiento de fabricación del vidrio, la abundancia de las materias primas y a la mecanización de este proceso. El vidrio se crea mezclando arena, sosa y caliza o, lo que es lo mismo, dióxido de silicio o sílice (SiO2), carbonato sódico (Na2CO3) y carbonato cálcico (CaCO3), en una proporción de 65% de arena, 20% de sosa y 15% de caliza. Calentando la mezcla a 1500ºC durante 24 horas se obtendrá un líquido pegajoso de la consistencia de la miel, denominada gota de vidrio. Posteriormente, mediante el proceso de soplado, el mismo que se utiliza desde hace 5000 años cuando el ser humano comenzó a fabricar vidrio, se logrará ajustar el líquido vítreo a la forma del molde del envase que se desea fabricar.

Por cierto, los colores del vidrio se obtienen mediante la adición de pequeñas cantidades de óxidos metálicos (también llamados protóxidos) que actúan como colorantes, oxidantes, reductores y estabilizadores. Las botellas de los colores verde y marrón se obtienen de materias primas que contienen óxido de hierro, mientras que el resto de colores se consiguen mediante mezcla de distintos óxidos metálicos. Para que el vidrio sea cristal, se debe añadir un 30% de protóxido como mínimo a la mezcla.

Además de ser fácil de fabricar, hay que añadir que el vidrio es totalmente reciclable, por lo que puede reaprovecharse íntegramente toda la materia cuantas veces se quiera, manteniendo sus cualidades intactas tras este proceso.

El reciclado del vidrio comenzó en Dinamarca en 1962 y no fue hasta 1982 cuando se instaló en España el primer contenedor de vidrio. Una vez que se ha dejado de utilizar de forma considerable los envases retornables, el reciclaje del vidrio es la única opción para reducir los residuos que van a los vertederos. Cada kilogramo de vidrio reciclado supone dejar de generar un kilogramo de basura y, al ser totalmente reciclable, ahorrar un kilogramo de materia prima. Además, la fundición de vidrio reciclado contamina el aire un 20% menos, el agua un 50% menos y consume un 25% menos de energía que utilizando materias primas.
Cuando el vidrio reciclado llega a las plantas de tratamiento, se limpia, se eliminan las impurezas y todos los elementos que no sean vidrio, se tritura y se transforma en un polvo grueso denominado calcín, que se fundirá junto con arena, sosa y caliza para formar nuevamente la gota de vidrio, que será la que formará los nuevos envases. El vidrio nuevo puede llevar hasta un 90% de vidrio reciclado.

En España es Ecovidrio quien se encarga de la gestión del reciclado de los residuos de envases de vidrio en todo el país. Es una asociación sin ánimo de lucro y nació como un sistema integrado de gestión donde están representados todos los sectores relacionados con el reciclado de vidrio: fabricantes de envases, recuperadores, envasadores y embotelladores. Es responsable de gestionar la recogida selectiva de envases de vidrio mediante la instalación de contenedores que facilitan la colaboración ciudadana y garantizan el reciclado, realizando campañas de sensibilización ciudadana.

La verdad es que, personalmente, veo en la gestión del vidrio una involución. Entiendo que para los puntos de venta es mucho más cómodo que el vidrio no sea retornable, pero no creo que sea así ni para las empresas comercializadoras de productos que utilizan envases de vidrio que pudieran ser retornable, ni para el cliente final que tenga una cierta conciencia por la sostenibilidad. Al cliente le da igual llevar el vidrio al contenedor que al punto de venta y las empresas comercializadoras han seguido utilizando el envase retornable con aquellos que tienen un trato más directo como los negocios de hostelería. Además, el envase retornable sólo ha de ser lavado y desinfectado para volverlo a utilizar y eso sí que genera mucha menos contaminación y mucho más ahorro energético. Todo lo demás va en la línea de la letra de aquella canción de título “Bandejitas, latas y paquetes” del grupo La Polla Records que decía “después de cobrarte el casco, quieren que se lo devuelvas, pa que vuelvas a pagarlo”.